La ofensiva sin precedentes lanzada este viernes a la madrugada por las Fuerzas de Defensa contra el programa nuclear y la cúpula militar de la República Islámica marcan un punto de inflexión en Oriente Medio.

El 13 de marzo de 2025 pasará a la historia como la fecha en la que Israel confirmó el cambio de rumbo estratégico al que lo forzó el ataque perpetrado por Hamás el 7 de octubre de 2023, el mayor golpe que sufrió en su historia. Desde la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando una ofensiva sorpresa le permitió anticiparse a una nueva invasión de Egipto, Siria y Jordania y ocupar territorios estratégicos controlados por esos países, la decisión del mando político fue no iniciar guerras a gran escala y limitarse a operaciones reactivas ante ataques enemigos.

Esa orientación se basaba en algunas hipótesis. Una es que, en algún momento, iba a ser posible una convivencia pacífica con sus vecinos árabes. Otra es que las organizaciones terroristas no iban a representar un peligro existencial tal que justificara una guerra abierta para buscar su destrucción. La primera de las hipótesis se evidenció parcialmente como verdadera. Hoy Israel tiene relaciones comerciales y diplomáticas con las principales naciones árabes y estaba, hasta 2023, muy cerca de normalizar sus vínculos con la más trascendente: Arabia Saudita.

La segunda hipótesis resultó falsa. Si algo demostró el 7 de octubre —como ya lo había probado el 11 de septiembre— es que el terrorismo es una amenaza que no puede ser subestimada. Ese fue el gran error que cometió la inteligencia israelí. El altísimo costo que tuvo esa equivocación forzó el cambio de enfoque que se cristalizó este viernes con el ataque a Irán. Pero comenzó antes, con la decisión de destruir a Hezbollah, que quedó disminuido a una mínima expresión después de la eliminación de toda su cúpula y de la desarticulación de la mayor parte de su estructura militar con la operación Bíper. Y con la determinación de llevar la guerra contra Hamás en Gaza hasta las últimas consecuencias, en la búsqueda de terminar para siempre con la organización que realizó el 7 de octubre, que prometió volver a hacerlo una y otra vez, y que se niega a rendirse y a liberar a los 53 rehenes que mantiene en su poder, a pesar de la tragedia que está viviendo el pueblo que lidera.

Pero para completar el objetivo final, que es reducir al mínimo el riesgo de que sus enemigos consideren volver a intentar un plan de destrucción masiva como fue aquel ataque, todos en Israel sabían que era necesario ir por la cabeza de la serpiente. Es decir, por el régimen que creó y gobierna la República Islámica de Irán desde 1979, que no es una dictadura común, sino una orden de fanáticos religiosos que tiene el objetivo declarado de propagar a todo Oriente Medio el sistema totalitario con el que gobiernan a los 90 millones de iraníes. Lo dijo meses atrás el líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei: “Cuando nosotros decimos ‘Muerte a Israel’ no es un eslogan, es una política”.

Es que Israel es el mayor obstáculo a cualquier proyecto de expansión. Y atacarlo es la mejor manera de ganar prestigio en una región donde, más allá de las decisiones que toman los gobiernos, los judíos no son muy queridos. Es por eso que Irán tiene en su estructura de defensa una rama que es la Guardia Revolucionaria, que responde directamente al líder supremo y que tiene por objeto usar la fuerza para propagar la misión divina del régimen. Para ello, desde hace muchos años, financia, entrena y coordina a diferentes grupos terroristas que actúan a sus órdenes. El más cercano es Hezbollah, un apéndice iraní en Líbano, que estuvo detrás de los atentados contra la embajada y la AMIA en Argentina. Otro es Hamás, que se fue convirtiendo cada vez más en un brazo iraní.

Sin República Islámica, el 7 de octubre no podría haber sucedido. Por eso, el gobierno israelí supo siempre que la ofensiva que comenzó en los días siguientes iba a terminar en una guerra con Irán. ¿Por qué 615 días? Primero, tenía que aislarlo. Para eso fue fundamental diezmar a Hezbollah y a Hamás, y contribuir a la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria, el único gobierno de la región que era aliado de Teherán y que le facilitaba su territorio para atacar a Israel. Esas casillas estaban marcadas desde finales del año pasado, cuando empezó a planearse el ataque que comenzó el viernes a la madrugada.

Lo que faltaba era convencer a Donald Trump, que, ni bien asumió, parecía decidido a sumarse a la iniciativa, hasta que lo convencieron de que iba a ser mejor negociar un acuerdo por el que Irán se comprometiera a renunciar a su programa nuclear con fines militares. Benjamin Netanyahu trató de convencerlo de que era imposible, pero la tentación de anunciar un gran acuerdo —independientemente de su solidez a largo plazo— pudo más para el presidente estadounidense.

¿Qué cambió? Primero, la negativa de los ayatollahs a dejar de enriquecer uranio. Segundo, la velocidad con la que estaban avanzando en ese campo. El último informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) reveló que Irán acumula 408,6 kilos de uranio enriquecido al 60%, una cantidad suficiente para producir material fisionable para entre nueve y diez armas nucleares, si se llevara al 90% requerido para uso militar. Los datos de la inteligencia israelí eran aún más dramáticos: prácticamente ya estaría en condiciones de producir hasta 15 bombas atómicas.

Consciente de las dudas de Trump y sin tener certezas sobre su respuesta, Netanyahu avanzó igual. Y las consecuencias están siendo devastadoras para Irán. Israel atacó las principales centrales nucleares y usinas de enriquecimiento de uranio, y decenas de fábricas y bases militares. Además, abatió a toda su cúpula militar, incluidos Mohammad Hossein Bagheri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, y Hossein Salami, el comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria. Fueron 200 cazas israelíes los que sobrevolaron el cielo iraní con absoluta libertad, gracias a un trabajo de inteligencia y sabotaje orquestado por el Mossad, que permitió infiltrar el territorio persa para dejar inutilizado su sistema de defensa antiaérea.

“Estamos en medio de una de las operaciones militares más grandes de la historia: la Operación León Ascendente. El régimen islámico, que los ha oprimido durante casi 50 años, amenaza con destruir nuestro país, el Estado de Israel. El objetivo de esta operación es neutralizar la amenaza nuclear y de misiles balísticos que representa ese régimen. Al cumplir con nuestra misión, también estamos abriendo el camino para que ustedes puedan alcanzar su libertad”, dijo Netanyahu. El nombre de la operación es sugestivo. Alude al león que estaba en el centro de la bandera del Imperio iraní de Reza Pahlavi, el régimen anterior a la Constitución de la Revolución Islámica.

Es poco probable que caiga una tiranía tan arraigada. Pero, sin dudas, es plausible que en las dos semanas de ventana operativa contempladas por Israel queden severamente golpeados tanto el programa nuclear como la capacidad ofensiva del régimen. Es poco probable que caiga una tiranía tan arraigada en Irán. Pero, sin dudas, es plausible que en las dos semanas de ventana operativa contempladas por Israel queden severamente golpeados tanto el programa nuclear como la capacidad ofensiva de la República Islámica, sobre todo después de la luz verde que le dio Trump horas después de consumado el ataque inicial. “Ya ha habido una gran cantidad de muertes y destrucción, pero todavía hay tiempo para poner fin a esta masacre, antes de que los próximos ataques, que ya están planeados y serán aún más brutales, ocurran. Irán debe llegar a un acuerdo, antes de que no quede nada”, afirmó en su red social.

Este viernes por la noche llegó la respuesta militar de Irán con alrededor de 100 misiles balísticos que cayeron en distintos puntos de Israel. La gran mayoría fueron interceptados por la Onda de David y la Cúpula de Hierro, pero algunos impactaron en Tel Aviv y provocaron decenas de heridos. No va a ser fácil lo que se viene para Israel. Tampoco para Oriente Medio. Pero todo apunta a que, cuando esto termine, las capacidades de la República Islámica para seguir desestabilizando la región y el mundo se van a ver seriamente disminuidas.