La notificación de Estados Unidos sobre un "conflicto armado" con carteles y las denuncias de Venezuela elevan la alarma de una confrontación militar
El tambor de guerra en el Caribe suena con un ritmo inusitado y la tensión entre Estados Unidos y Venezuela alcanza picos históricos. Lo que comenzó como un despliegue naval antinarcóticos se ha transformado en un jaque estratégico con implicaciones que exceden las aguas territoriales.
En un movimiento que muchos analistas califican de "ruptura de patrones", la administración de Donald Trump notificó al Congreso de su país que se encuentra en un "conflicto armado no internacional" con los carteles de la droga.
Esta declaración legal, lejos de ser un mero trámite burocrático, abre la puerta a acciones militares más directas y de mayor envergadura, incluyendo la posibilidad de operar en territorio extranjero.
Desde Caracas, la respuesta no se hizo esperar. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, denunció la presencia de aviones de combate F-35 estadounidenses sobrevolando cerca de las costas del país. Padrino López calificó el acto como una "provocación y una amenaza a la seguridad nacional", instando a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a mantenerse alerta.
El régimen de Maduro, consciente de la escalada, ha reforzado la presencia militar en regiones costeras y ha ordenado la movilización de milicianos, preparando a la nación para lo que perciben como una agresión inminente.